Primera entrada.

El día de un restaurador

Este es el espacio donde todo ocurre, te lo presento, pero espero que algún día puedas verlo. Aquí entra lo que alguien considera valioso, de una o de muchas maneras, en estados a veces catastróficos, que podrían parecer irremediables, o a veces con alguno que otro daño accidental y repentino. Enfermedades, o deterioros, mejor dicho, hay de todo tipo.

Es así como entro todos los días a un espacio iluminado por luz natural. Porque es la clave del buen desempeño, lo que permite apreciar a todo detalle los colores y la materia. Entonces, siempre estoy rodeada de ventanas. Ante mí se abre un mundo de elecciones: ¿qué haré este día?. Puedo comenzar con preparar materiales, una pasta de resane, un adhesivo, un barniz; puedo, por otro lado, continuar en donde me quedé ayer, reintegrando con color una laguna inconclusa, limpiando con mi mejor arma, el hisopo, o quitando un repinte mediante mandobles delicados y minúsculos de un bisturí.

Aunque las posibilidades son bastante numerosas, hay un camino trazado. ¿De qué depende? en gran parte, del plan de entrega que trazo en la agenda, el listado de piezas a intervenir, su fecha de entrada, su posible fecha de salida, las notas en observaciones. Pero no te voy a mentir, también depende de muchos otros factores: la luz de ese día en específico, si es azulada porque está nublado, si el ambiente es húmedo por la lluvia, o seco por su falta, del humor, de la inspiración, de la música.

¿Puedes verlo, verdad? la belleza del día a día, lo delicado, lo predecible, lo subjetivo, lo esquemático. Podría continuar con los adjetivos. Pero por ahora, te agradezco por leer esta primera entrada para conocer más de este mundo del restaurador.

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